El Hombre que Vendió el Mundo

Sentado en mi trono de escombros y cenizas mis ojos brillan con la danzante llama frente a mí, mientras el diablo en mi interior festeja y se regocija, y el último halo de luz en mi corazón se extingue con un soplido.

Y así, habiendo vendido todo mi mundo al fuego y a la condenación, una lágrima negra recorre mi mejilla y va a morir a las llameantes ruinas que son mi vida.

Cada paso que alguna vez di se ilumina en mi recuerdo mientras forma, lentamente, un macabro mapa que detalla mi descenso a las profundidades de la cordura, la inmundicia y el desprecio, terminando en mi inexorable encallamiento en las playas de la soledad y la desesperación.

Viví como solo pueden vivir aquellos que piensan con firmeza que las consecuencias no los alcanzarán, como si mis actos nunca fuesen a volver sobre mí y cazarme hasta darme alcance. Mentí categóricamente por motivos que no son nada, destrocé la confianza de todo aquel que la quiso depositar en mí, enterré en medio de cal la promesa de una vida honorable y, al final del camino, fui cobarde mientras giraba la cara e ignoraba el universo de destrucción, dolor, escombros y miserias en el que sumí a aquellos que me quisieron.

Y lo perdí todo. Todo aquello que fue importante y que nunca lo fue. Todas las buenas sensaciones, todos los escapes a la realidad. Perdí todo aquello que alguna vez me generó placer y bienestar, y desnudo me zambullí en el helado corazón de las tinieblas.

Tirado en el fondo de la negrura hoy sonrío con amargura, mientras acepto e interiorizo mi castigo. Yo diseñé toda esta basura, fui el arquitecto de toda esta miseria y tarde o temprano debo pagar por ello.

Aún sabiendo esto, aún habiendo atenuado las llamas de mi conciencia un incendio incontrolable se extiende dentro de mí como una mancha de aceite sobre el agua, hundiendo los restos de mí hacia un pozo sin fin, hacia el vacío absoluto.

Aquello que alguna vez fue importante, todo aquello por lo que valía la pena vivir y fui demasiado débil para luchar por me ha abandonado y hoy llega a ajustarme los pendientes. El dolor se acumula en mi sangre y le abre paso a algo mucho más primitivo, mucho más oscuro. El odio. El que se esparce en mí como un veneno, arrasando cada célula de mi anatomía.

Odio por mis errores. Odio por mis miedos. Odio por mi cobardía. Odio por mi existencia entera.

Consumiéndome en mí mismo la veo cada día. No sé si lo ve en mis ojos cada vez que la miro, no sé si se da cuenta de cuánto desearía acabar con todo y eliminar mi existencia de su vida, devolviendo aquello que me llevé sin derecho. No sé si aún no se da cuenta de que no merezco su mirada… No merezco respirar su aire.

Durante semanas no he tenido nada que decir, no he podido encontrar las palabras que puedan expresar esto que me corroe el cerebro, porque el alma se la vendí al demonio dentro de mí hace ya mucho.

Tras mucho pensarlo, esto es todo lo que puedo decir, mientras que siento cómo el veneno se abre paso y llega cada día más lejos en mí, amargando cada uno de los momentos de mi vida, aquellos que son dulces, ácidos o amargos ya de por sí. No sé si la vida me quiera dar más de unos tragos que de otros, sólo sé que cargaré con esto por años.

Si en algún momento lees esto y te defraudé, lo siento.

Deja un comentario